viernes, 5 de octubre de 2007
La condena a muerte de Hussein tiene a los escualidos locos de enfermiza alegría. No quieren ni esperar el momento para asistir a la Plaza de los Ajusticiamientos y observar como convulsiona en medio de los espectaculares estertores. Agotaron las estradas, y en este momento seguramente preparan alusivas pancartas color negro con sangrientas inscripciones como estas: "¡Muerte al tirano!", "¿Dónde está tu pueblo, que no te salva?" "La justicia llega, aunque tarde" "¡Ni un paso atrás!"
Cuando leo las últimas palabras, no me puedo contener y le digo a la señora que se afana en diseñar las letras:
-Señora, pero...
Ella levanta un rostro transido de amor por la patria, protegido contra el sol por una pañoleta de blancas estampas con la imagen de un caballo y siete estrellas.
-¡Pero señora, si a quien van a ejecutar es a Hussein, no al presidente Chávez!
-¿Cómo? ¿Estás loco? -me espetó con cara de presidente de canal golpista- ¿Dónde tienes los pies puestos, criatura?
Al ver aquella mirada inyectada de loca adrenalina, chisporroteante de convencida realidad, continué mi paso tranquilo, pues no soy amigo de reyertas dialécticas en la calle. Mientras andaba, leí bien la noticia y me cercioré de lo que ahí se anunciaba. Respiré hondo, pero por un momento me sentí conmovido respecto de mi lucidez y lo primero que hice fue darle una patada a un perol de basura para sentir el dolor de andar vivo en un país abrumado de recogelatas mentales.
Etiquetas: Magnicidio, Oposición política-Venezuela, Saddam Hussein
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