miércoles, 26 de mayo de 2010
Números y olvidos para las elecciones de la Asamblea Nacional
0 comentarios Publicado por Oscar J. Camero en 9:57Apenas entro al estacionamiento, el encargado (junto a otros dos señores y ante una pantalla de TV) me dispara:
─¿Y que la oposición gana la Asamblea?...
Pienso rápidamente que piden mi opinión, ...una opinión veloz y lo más iluminadora posible, que consuma en tiempo que tardo en tomar la llave de la oficina y dirigirme luego en busca de mi vehículo.
─Si tomamos a las primarias como referencia ─les digo impulsivamente, seguramente llevado por el efectismo─, fíjate que 2 millones 500 mil chavistas votaron en sus elecciones, frente a los 300 mil votos opositores en las suyas. Saca tu cuenta por allí. (Realmente el voto chavista fue de 2 millones 540 mil, redondeado; y el opositor, 360 mil, también redondeado).
Sigo mi paso, pero acompañado por la expresión “la oposición votó en 17 circunscripciones” que soltara uno de aquellos acompañantes.
Mientras enciendo el vehículo y acomodo aquí y allá, me sumerjo en el cálculo matemático. Ciertamente la oposición votó en 17 circunscripciones, y esa cifra no puede considerarse el volumen total que habría obtenido de votar en todas las circunscripciones, es decir, en las 87, como sí ocurrió con el chavismo. De modo que mi efectismo se fue al suelo en un santiamén.
Hago mi cálculo, porque sé que al salir esperarán mi nueva respuesta (ahora rectificación), además de que yo mismo, en lo personal, ansiaba darla. Fuera de la consideración poco democrática de que la oposición votó en tan pocas circunscripciones para escoger nada más al 20% de sus candidatos a la Asamblea Nacional, contrario al chavismo que lo hizo en la totalidad de los circuitos, hago una simple regla de tres y proyecto que la oposición habría obtenido un total de 1 millón 840 mil votos, de haber votado en los 87 circuitos, más o menos.
Una cifra significativa ─pienso─, unos 700 mil votos menos, algo así como un 27,5% respecto de los votos chavistas.
“La diferencia entre estar organizado o no ─me digo, algo sombrío─. 30% ha sido algo así como el histórico record electoral de la oposición venezolana durante la década que lleva ya el actual gobierno. 30% histórico en los resultados electorales y 30% ahora con respecto a los votos chavista. Parece poco.”
Entonces me enfrasco en consideraciones de carácter científico político, pareciéndome pobre el beneficio y la diferencia entre estar organizado bajo la signatura de un partido político (PSUV), por un lado, y hecho de persistir en medio de una situación de marasmo funcional, por el lado opositor, reducida en los últimos años al desorden, la fragmentación y el desacuerdo en cuanto a la escogencia de sus candidatos para eventos electorales, aquejado por el tradicional mal político cuartorrepublicano del país, esto es, la cogollocracia, la dedocracia y la preeminencia del poder económico de los actores a la hora de determinar voluntades.
Concluyo que la diferencia es injusta, no proporcional al esfuerzo científico que se presupone hay implícito en el acto de organizarse en todos los estratos político jurisdiccionales de la república, siempre procurando el espíritu comunal. Me presupongo ─rápidamente, ya dándole un sesgo filosófico─ que lo caótico nunca dejará de atraer a los humanos, seguramente ya cansados de tanta reglamentación civilizatoria, de tanto partido atenazante, de tanta norma apasionada por la prosperidad humana y garantías de vida eterna. El animal político siempre tentando al destino, jugando aventureramente con su vital seguridad, asomándose a los abismos... En eterna juventud, como decía Platón de los jóvenes y su prurito de la contradicción, semejantes a perros mordisqueantes de la hierba de los caminos. Tentando esa proyección y diferencia (30%) como resultado opositor en las elecciones para la Asamblea Nacional, muy cercano al tercio o más de diputados que requiere (55 diputados, el 33% de los votos totales) para quebrar la mayoría calificada de dos tercios que requiere el chavismo (110, 66%) para seguir gobernando nacionalistamente.
A la sazón me paseo por las explicaciones, y la imagen del reciente país sumido en apagones y sequías naturales (arteramente explotadas sobre las masas como de origen humano por los medios de comunicación) emerge ante mi con inusitada capacidad de respuesta. La magnificación de los problemas y el contagio mediático de reconducidas posturas políticas. Los medios de comunicación en campaña política, redimensionando realidades, multiplicándolas tergiversadamente, incidiendo en la conformación de criterios desprovistos de cuotas reales positivas, como el hecho de que el gobierno bolivariano de Hugo Chávez ha reducido la pobreza extrema en el país, ha redistribuido la riquezas, ha pechado al ricachón con un sentido de mayor obligación y amor por su país, ha instrumentado la capacidad organizativa comunal, ha elevado el índice de desarrollo humano, como lo corroboran organismos internacionales como la CEPAL y la ONU.
“Los medios tienen que ser ─me digo, no muy convencido─. Ya son candidatos y hacen campañas para representarse en la Asamblea Nacional. Ha poco estaremos viviendo la suma de todas las plagas egipcias”.
Pero no me convenzo, finalmente. Iré a salir y decir, enclichadamente, “El problema son los medios de comunicación, que nos engañan inventando cosas”. Simplemente ridículo ─pienso─. Con todo lo cierto que pueda ser el rollo de los medios, no va con quien ejerce el Estado hacerse víctima de lo que sabe a ciencia cierta es su victimario, esto es, la desinformación y manipulación mediática ciudadanas, porque el asunto entrañará otro problema ya de desidia, sinvergüenzura e inoperancia legal. Mi parecer daría la impresión de escurrir el bulto, decepcionaría y, con seguridad, movería a risas.
En tan poco tiempo, decido dos cosas: (1) dejar para la ciencia política (para un pensar más calmado) desentrañar el porqué de diferencia tan mezquina (27%) entre una franquicia política organizada y otra caótica, y (2) afrontar la tal diferencia como una realidad al fin, suficiente en sí, matemáticamente hablando, para que el chavismo obtenga en la raya más de los dos tercios soñados en la Asamblea Nacional. Un equivalente opositor al 33% de los votos chavistas habría pintado el panorama con visos de aniquilación. Pero como decía de los humanos, ahí, ahí, muy cerca de la tentación...
Una vez calentado mi vehículo, voy y les suelto:
─El amigo tiene razón ─dirigiéndome a un hombre alto de bigotes que acompañaba al encargado─: la oposición votó en 17 circunscripciones. Pero ya saqué la cuenta y la proyección sobre los 87 circuitos (de haber votado en todos ellos) le da 1 millón 800 mil votos, aproximadamente. Una diferencia del 30% en relación al voto chavista, que fue de 2 millones 540 mil. 700 mil votos. Una proyección que, trasladada en proporciones, igualmente le permitiría al chavismo conservar los dos tercios de la Asamblea Nacional, lo cual es el objetivo. No está planteado que la oposición gane la Asamblea Nacional ni que tampoco el chavismo la obtenca en un 100%. Tal resultado es un sueño. De lo que se trata es que la oposición no alcance más del tercio de los diputados totales, es decir, 55, es decir, más del 33%, es decir, que no malogren los dos tercios que busca el chavismo, o sea, que se mantengan en sus márgenes históricos del 30%. Es verdad, no se puede decir que votaron 320 mil opositores en la primarias como una generalidad, pero aun el millón 800 mil votos proyectados no es suficiente para pronosticar nada diferente a lo que ha sido su destino político durante estos diez años.
Se quedan callados, como digiriendo la numerología que les acababa de soltar. Yo los contemplo desde mi asiento de conductor, a unos escasos cuatro metros de distancia. Globovisión, brillando en la pantalla de TV, mantenía debidamente politizado el clima de la pequeña oficina.
─Está claro que no crece la oposición venezolana ─preparándome para el cierre de tan breve anécdota política, procurando sumar lo adverso como favorable, al menos discursivamente─. Siempre en su 30%, y eso que al gobierno hasta ayer nomás no le ha ido de lo mejor con los apagones y la sequía, que, como ustedes saben, los medios multiplican por diez en sus aspectos nocivos, responsabilizando al...
─Ni con la escasez de alimentos, la carne, la mantequilla... ─tercia un vendedor de café que llega al sitio, rápidamente compenetrándose con el tema, sirviendo el negro líquido sin preguntar.
─¡Eso!... ─corroboro yo al cafetero para complementar mis palabras─. Ni con los alimentos, ...acaparados o escasos..., entre otros varios aspectos que la oposición ha utilizado para atacar políticamente y restar credibilidad. ¿Dónde está el crecimiento? Porque parece lógico que si el apoyo merma por un lado (con tanto ataque), crezca por el otro al recoger la cosecha. Y ya les dije: la oposición sigue en sus 30.
Iba a asestar mi cierre final, y hasta entusiasta, no obstante la sombría reflexión que me aquejó segundos antes respecto de las causas de una no mayor diferenciación entre los votos de las partes; pero el hombre de bigotes se levantó de su mimbre allá dentro, se aproximó al marco de la puerta y me midió durante unos segundos.
“Ya soltará alguna marramuncia discursiva de esas que inocula Globovisión ─me dije, preparado para el combate, y lamentándolo, dada mi prisa─, si es que no se trata de alguna salida soez, de esas típicas que suelen inaugurar discusiones políticas callejeras”.
─Olvida usted, hombre ─me dijo con cuidadosa aplicación─, un asunto de mucha importancia. En la primarias de la oposición votó quien quiso, sin necesariamente estar inscrito en partidos; pero en las nuestras, votaron únicamente los inscritos en el Partidos Socialista Unido de Venezuela. Eso pesa a la hora de considerar que el chavismo pudo sacar más votos, porque hubo chavistas (como mi hermana) que quisieron votar y no pudieron por no estar inscritos.
Me quedé frito, como se dice en coloquio. ¿Cómo pude olvidar tal detalle? Me devané los sesos durante un rato y olvidé un dato que, de haberlo tenido en cuenta, no habría inmutado en nada mi intelectualidad política. Felicité a aquel gigantón chavista ─a quien consideré equivocadamente adversario por momentos─, quien, al ver el efecto de sus palabras en mí, soltó una gruesa risa de satisfacción. Me animé, entonces, a soltar mi frase, que consideré acertada para cerrar el punto:
─Si con tanto trueno y relámpago en contra del gobierno, tanto apagón y sequía, y tanto alimento retenido en la llamada cadena de comercialización, además de la puta de los medios de comunicación...; sin con todo eso la oposición no crece, no llegando (de paso) a obtener más del tercio de los diputados en la Asamblea nacional, anótenlo entonces: desaparecerán como esperanza para ellos mismos y el capitalismo mundial. Será terrible hasta para uno mismo, que requiere un buen contendor para no dormirse en el triunfo.
Aceleré mi carro y me hundí en el tránsito de la ciudad, dedicándole un último pensamiento al asunto:
“Nadie duda que una dura sequía, explotada arteramente por el adversario como de naturaleza personal, cale su efecto negativo sobre unos afectos políticos; pero que unos medios de comunicación, por más que se nos figuren lluvias y chaparrones, borren una realidad... Ya es otro cuento.”